Esta mañana he pasado la ITV de la moto. La primera ITV que paso a una moto. He hecho una demostración de elegancia y saber hacer. La moto limpia, impecable, perfecta.
Una vez pasada la ITV he ido a clase de cocina turca. He llegado a la puerta del centro hecho un señor. He apagado el motor. He colocado bien la moto y me he inclinado a la izquierda hasta llegar al punto donde la pata sujeta la moto.
Aquello ha empezado a inclinarse demasiado y según caíamos al suelo la moto y yo, una palabra ha ocupado toda mi mente. GILIPOLLAS. Seguido de HAS OLVIDADO SACAR LA PATA DE LA MOTO… PEDAZO DE IMBECIL.
Cuando una moto se inclina, hay un punto de no retorno. Suele dar igual lo mazado que puedas estar, que no es mi caso. He quedado en el suelo panza arriba cual cucaracha. Con el casco aun puesto, he gritado ¡¡¡SOY GILIPOLLAS!!!
Tras unos segundos asumiendo lo estúpido que soy, he decidido levantarme, dejando mi orgullo en la acera. Entonces he visto un corredor parado y mirándome con asombro. Me ha preguntado si estaba bien y le he dicho que sí.
La moto tiene unos rasguños mínimos, no sé si algo en el intermitente y la maneta del embrague rota. No se lo que me va a costar la maneta y si necesito algo del intermitente pero sea cual sea el precio, será caro. La estupidez es cara.
Luego, en casa se han caído dos azulejos del techo de la cocina. No sé cuál es la frecuencia con la que suceden este tipo de estropicios pero no recuerdo que me haya pasado antes.
Para terminar, han robado la cartera a mi padre en el metro sin que se diera cuenta. He ido con él a la comisaría del aeropuerto que es la que creemos tener más cerca. Por el momento ahí han acabado los inconvenientes del día. No son desgracias pero sí inconvenientes.
La idea de ir dos al aeropuerto era que uno esperara en el coche mientras el otro ponía la denuncia. Al cabo de un rato en el coche me he empezado a aburrir. Como el aeropuerto estaba extrañamente desierto, he dejado el coche donde no molestaba y me he metido en la terminal 2. He buscado un poco la comisaría y por si mi padre volvía al coche, he vuelto a la parte de la terminal desde la que podía ver el coche. A esas alturas del día y tal y como estoy últimamente de la azotea, he visto una silla de ruedas sin dueño, así que me he subido y he empezado a dar unas vueltas.
Yo estaba haciendo todo lo posible por ser el más tronado del aeropuerto en ese momento. Con tan poca gente, pensaba que no sería difícil. Pero siempre hay alguien peor. Un colgado ha pasado a mi lado hablando solo sobre una pierna rota, un brazo roto y la boca que deberían romperle también. No he conseguido encajar las piezas de lo que iba murmurando. Únicamente me ha quedado claro que soy un mediocre. Haga lo que haga siempre hay alguien que me supera.