¡Qué polvo tiene el camino!,
¡qué polvo la carretera!
¡Qué polvo tiene el molino!,
¡qué polvo la molinera!
Casi en invierno y el portátil quejándose de calor. ¿Qué mejor para un domingo por la mañana que ponerse a limpiar el polvo del portátil para intentar que no esté más caliente que el palo de un churrero? Si está así ahora, lo va a flipar cuando llegue el verano.
Un tornillo por aquí, un tornillo por allá. Abrir tapa por un lado pero no por el otro. Echar un vistazo y comprobar que un par de cables de acceso imposible se han desconectado. ¿Cómo se quita el resto de la tapa para volver a conectarlos? Sudor frío.
Posibilidades llegados a este punto:
– Meter todas las piezas desmontadas hasta el momento en un hatillo y peregrinar a una tienda de informática para que las vuelvan a montar. Esto incluye un importante momento de vergüenza.
– Ir viendo los precios de portátiles nuevos. Radical pero efectivo.
– Preguntar a Google desde otro ordenador. El ordenador ofreció su ayuda tras prometerle que no lo abriría para hacer unos pequeños ajustes.
No sé si esto tiene arreglo, pero from lost to the river. Ya empiezo a notar el mono de la desconexión a Internet.
Tras más sudores y después de al menos un millón de tornillos, el aspecto de la mesa forense era el siguiente.
Al final he conseguido deshacerme del polvo irlandés acumulado y hasta volver a montar el portátil, ¡y que funcione!
Aunque el tema del calor no parece haber mejorado mucho. Habrá que valorar la compra de un cooling dock.