Tenía que pasar. No esperaba que ocurriera tan pronto. Poco más de una semana.
He llegado del trabajo cansado y además venía cargado con comida que acababa de comprar. Tenía un rato para hacer lo que fuera antes de irme a clase de inglés. Así que al llegar, he dejado todo, me he quitado abrigo y jersey y me he ido a mirar si tenía cartas en el buzón. He encontrado un catálogo de alguna tienda para alguien que ha vivido ni se sabe cuándo en el apartamento que ahora ocupo yo.
Así que lo dejo tal cual al lado de los buzones, en un sitio donde parece que la gente deja este correo y me he vuelto al apartamento. Sigo pensando en que, en este caso, la propia palabra “apartamento” es más grande que lo que representa, pero bueno. El caso es que al llegar a mi puerta, no encuentro la llave para entrar. Perfecto.
Tras los primeros momentos de desconcierto y ay, ay, ay, ay, ay, he empezado a hacer recuento de lo que llevaba en los bolsillos con el siguiente resultado:
– Tarjeta de acceso para el trabajo. Estupendo, es justo donde quiero ir ahora.
– Llaves de la verja para abrir el sitio donde se deja la basura y del buzón. Esto mejora. No sé dónde prefiero dormir. En la calle con la basura o en el buzón.
– Monedas.
– Cartera. Buff, menos mal. En el peor de los casos, tendré que gastar más dinero aún y mañana iré con la misma ropa a trabajar y oliendo peor, pero es posible que duerma caliente en algún hostal o bed & breakfast.
– Móvil. Esto me ha salvado la vida.
He llamado al landlord y le he dicho: “[…] Ehm, I think I have… ehm… a big problem. Ehm, the keys are in the apartment but I am outside it. Ehm… I’ve forgotten them…[…]”. Supongo que el landlord, después de cagarse en mis muelas y pensar que tiene un tenant medio tonto, me dice que estará por mi casa dentro de dos horas y media, que depende del tráfico.
En ese momento me doy cuenta de que estoy entre la puerta de mi apartamento sin poder entrar y la puerta de salida del edificio (al que tampoco podré entrar si me voy). Bonita jaula.
Salgo a la puerta del edificio y evitando que se cierre poniendo el pie, miro hacia mi ventana. Se trata de un bajo aunque hay otro piso debajo (cosas de Dublín). No está mal, la ventana está medio abierta (se desliza de arriba hacia abajo), casi todas las luces encendidas (tengo 3 en total) y las cortinas sin echar. Así que puede verse el interior perfectamente. PERO YO SIGO FUERA.
Valoro la posibilidad de intentar llegar de alguna manera a mi ventana, pero la descarto tras imaginarme ensartado en cristales después de romperse el marco de la ventana bajo mi peso. Estando como estoy en mangas de camisa, vuelvo dentro y me dispongo a esperar. Recuerdo el catálogo y decido que tampoco se molestará el propietario si decido abrirlo y echarle una ojeada, porque la espera promete ser larga.
Pedazo de catálogo. Tremendo. Un montón de hojas sobre jabones, lociones y aceites (el que perdía el propietario del catálogo). Curioso la primera página, pero cuando ves que son así todas, pierdes interés, saturado de tanto jabón. Poco me ha durado el pasatiempo.
Empiezo a mandar algún SMS preguntando a la gente qué tal el día y comentando mi situación. No me apetece salir del edificio porque no podré volver a entrar y empieza a hacer fresquito, aunque al final recibo un SMS y voy a casa de una amiga a esperar.
Y ahí voy, en mangas de camisa por Dublín. Todo un machote. Los irlandeses con sus jerseys. Los turistas con sus abrigos. Y yo… pues yo, aparentando que no hace frío, excepto por el hecho de que si alguien me roza los brazos, se le clavarán todos mis pelos de lo tiesos que están. Eso no es carne de gallina. Eso es parecer un gato cabreado.
Al final se han pasado las dos horas y media y ha llegado el landlord. Por lo visto, ha salido única y exclusivamente para abrirme la puerta de mi casa. No parece molesto en absoluto, aunque seguro que tenía mejores cosas que hacer. La última vez que hablé con él, no le entendía cuando me decía que se le había muerto un tío y que no estaba en Dublín. Y ahora que le vuelvo a ver, es para esto. ¿Cuánto duraré en mi casita? Le pido perdón y le digo que haré todo lo que pueda para que no vuelva a pasar.
HOGAR, DULCE HOGAR. ¡Qué ganas tenía de volver al zulo!
Nota: Hacer todo lo que pueda para no vuelva a pasar va a consistir en hacer un kit de supervivencia (esto es, copia de las llaves y anotación de teléfonos útiles) que intentaré dejar en casa de un amigo que me pilla cerca de mi reestrenada casa.